En el presente artículo, me gustaría compartir con ustedes, los lectores, mis experiencias y reflexiones sobre el tema del arte como herramienta de educación y bienestar, un elemento central en mi trabajo como profesional de la salud y la educación. Mi pasión por el arte, especialmente por el dibujo y la pintura, así como por el teatro y la fotografía, ha impregnado mi trayectoria profesional y ha moldeado a lo largo de los años lo que considero un enfoque experiencial, definido como "de mente abierta" (Mandolini, 2012), que ve la expresión artística no solo como un fin o un proceso, sino más bien como un punto de partida. Lo que mis clientes reportan a menudo es precisamente la dificultad para comenzar una actividad creativa, para hacer una primera marca en una hoja en blanco, metafóricamente hablando, para tomar una decisión en un espacio vacío y nuevo que se abre a infinitas posibilidades.

Dice Marcel Proust

"Gracias al arte, en lugar de ver un solo mundo, el nuestro, lo vemos multiplicarse, y cuantos más artistas originales haya, más mundos tenemos a nuestra disposición, distintos unos de otros más que aquellos que giran al infinito, y que, muchos siglos después de que se haya extinguido el hogar del que emanaban, se llamen Rembrandt o Vermeer, todavía nos envían su característico rayo de luz".

El arte, el cine, el teatro, la danza, son puertas a otros mundos, son activos de pérdida de la propia identidad, que se confunde en esos momentos con esas formas, esos sonidos, esos personajes, tan lejanos y sin embargo sentidos tan cercanos. Este es, en mi opinión, el punto crucial de toda teoría que tenga que ver con lo que se define como la psicología del arte, sean cuales sean los medios empleados para explicar un fenómeno tan complejo y variado, que ve el entrecruzamiento de mundos interiores de muchas personas (desde el artista individual al amplio público), de realidades concretas (políticas, culturales y sociales) pasadas, presentes y proyectadas al futuro y que abre a la relación entre Arte y Exploración; es este último vínculo el que considero más significativo a efectos de una investigación artístico-psicológica, a nivel de producción y disfrute artístico. Ver al arte como vehículo, herramienta, oportunidad, de exploración de nuevos mundos, nuevas posibilidades, nuevas técnicas, nuevas competencias, como exploración y constitución de nuevas conexiones.

Psicología del arte

El arte, siempre arraigado en el comportamiento humano, es un reflejo natural y peculiar de su actividad cognitiva, y por lo tanto, exploratoria y cognoscitiva. Del arte, en su forma gráfica-pictórica, escultórica y musical, se encuentra testimonio en los sitios prehistóricos más remotos, y está presente en todas las culturas, tanto arcaicas como recientes, primitivas y evolucionadas. Podemos afirmar que el arte es el producto de un comportamiento que tiene un origen biológico lejano, es decir, la necesidad de poner orden en el mundo percibido, comportamiento que se transforma y se ha transformado a nivel filogenético y ontogenético. La psicología del arte surge en el momento en que se aplica la exploración y el estudio del comportamiento humano al ámbito artístico y estético. El campo de investigación de la psicología del arte incluye el estudio de los procesos cognitivos que intervienen en el comportamiento artístico, de creación y ejecución, y en el comportamiento estético, de recepción y disfrute de la obra artística (Argenton, 1996). De hecho, ambos comportamientos están caracterizados por la realización de actividades que se basan en procesos y factores psicológicos: motivacionales, mnemotécnicos, afectivos, intelectuales, perceptivos, representativos, ideativos, imaginativos, es decir, todos factores cognitivos.

Arte y educación

La universalidad del fenómeno artístico a menudo se contradice con la evidente etiqueta del arte como una disciplina elitista, comprensible solo por personas específicamente formadas y/o incluso por personas con talento innato o particularmente inclinadas hacia técnicas artísticas. A este sesgo se le suma una predilección desde los primeros años escolares por materias científicas/lingüísticas que muchos sistemas escolares adoptan en varios países sin tener en cuenta la importancia de la estimulación continua del hemisferio derecho de nuestro cerebro para una adecuada adaptación a los cambios ambientales, que sea global, flexible, original y creativa. Al respecto, considero muy interesante a nivel educativo el proyecto ArtfulThinking Palette de Harvard Project Zero, un proyecto que ha demostrado cómo la inclusión del arte y la música dentro del currículo completo de manera transversal produce un incremento de la capacidad de memoria, una mejora de la capacidad para reconocer emociones, un aumento de las habilidades relacionales y facilita el pensamiento creativo y divergente.

Arte y bienestar: arteterapia y el arte como terapia

A nivel psicofisiológico, son numerosos los efectos positivos que la práctica artística puede ejercer sobre la salud, independientemente del nivel de experiencia. En un estudio reciente de la Universidad de Drexel, en 2016, se destacó cómo practicar arte durante 45 minutos provoca un significativo descenso en los niveles de cortisol incluso en personas sin ninguna experiencia artística previa. El estudio fue realizado por profesionales en un contexto adecuado y seguro, y los materiales utilizados (collage, pasteles, marcadores, por lo tanto, fáciles de usar y poco estructurados) sin duda facilitaron la agradabilidad de la experiencia, confirmando la correlación entre el efecto positivo de la experiencia artística y la profesionalidad del facilitador y la adecuación del entorno. He preferido usar la palabra facilitador en lugar de arteterapeuta/terapeuta porque el "poder positivo" que el arte ejerce sobre nuestro bienestar no está necesariamente vinculado al contexto terapéutico. A este respecto, me remito a la distinción que hace la División 10 de la Asociación Americana de Psicología, Psicología de la Estética, la Creatividad y las Artes, entre arteterapia y el arte como terapia. Esta última tiene que ver con el valor universal del arte al que me refería anteriormente, por lo que el acto de llevar a cabo una actividad artística y creativa, o admirar una obra de arte (donde por arte no solo se entiende la pintura o la escultura, sino también la música, la danza, el teatro, la fotografía, etc.) produce a nivel psicofisiológico cambios que pueden ser positivos para nuestro bienestar. Pensemos, por ejemplo, en el estado de FLUJO revisado por Csikszentmihalyi en 1996 que la experiencia estética puede inducir mientras contemplamos un cuadro, o en una sensación de relajación y liberación que experimentamos al escuchar una pieza musical. En general, al arte se le asocian a nivel fisiológico una reducción de los niveles de estrés (Girija Kaimal, Kendra Ray, Juan Muniz, 2016), una mejora de la presión arterial (Estudio de la Asociación Americana de Salud Pública, 2010), la estimulación de la dopamina considerada el neurotransmisor del placer (Zeki, 2016) y una mejora del ánimo, posible gracias al reenfoque de la atención hacia un objeto significativo. Desde un punto de vista psicológico, las actividades artísticas fomentan una renovada visión de uno mismo como creadores de significado, promoviendo el autoconocimiento, la autoestima, la autorregulación, la expresión espontánea y la aceptación de uno mismo. La práctica artística también promueve la gestión del espacio y del tiempo, el reconocimiento de los propios recursos y facilita el reconocimiento y respeto de los propios ritmos. Aunque la actividad artística a menudo se asocia con la figura solitaria del artista, practicar arte en grupo ofrece la oportunidad de experimentar nuevos roles e identidades, gracias al encuentro con personas que tienen un enfoque de vida diferente al nuestro. El proceso creativo se convierte así en una experiencia compartida que puede producir una verdadera obra de arte colectiva, fruto del intercambio de experiencias y puntos de vista (inter)personales. Los artistas, junto con científicos y empresarios, son modelos a seguir para la innovación en nuestras sociedades. No es casualidad que la educación artística sea comúnmente considerada un medio para desarrollar habilidades consideradas críticas para la innovación: pensamiento crítico y creativo, motivación, confianza en uno mismo, la capacidad de comunicar y colaborar con otros de manera efectiva.

Retomando la distinción de la APA Div.10, se define como arteterapia aquella disciplina clínica que considera los efectos curativos del arte y la evaluación de las obras por parte de profesionales calificados expertos en psicología y arteterapia. La creación artística es considerada un proceso en gran parte inconsciente que proporciona una ventana a la mente del creador. A través del análisis de elementos visuales como la colocación de una imagen en la página, los colores elegidos, el tipo de líneas utilizado, el uso del espacio, el número y la integración de los elementos, y el movimiento aparente de la imagen, el profesional puede evaluar el estado emocional de la persona, proporcionar un asesoramiento adecuado y monitorear a lo largo del tiempo el desarrollo del camino emprendido juntos. Además, para fines de evaluación, se pueden utilizar varios tests proyectivos, como el Test de la Casa, el test del Árbol y el test de la Figura Humana. La arteterapia es particularmente efectiva para procesar eventos traumáticos y con niños y pacientes que pueden tener dificultades para expresar sus experiencias de manera verbal. Los materiales que pueden usarse en una sesión de arteterapia pueden variar considerablemente dependiendo del paciente, del terapeuta y de la disponibilidad: colores de agua, lápices de colores, marcadores, acuarelas, revistas, cuerdas, fotos, etc.

Técnicas creativas/artísticas para la educación y el bienestar

Me gustaría enfatizar la importancia que el entorno juega, independientemente de qué técnica desee incluir un profesional en su intervención educativa/terapéutica/de promoción del bienestar dentro de un grupo o durante una sesión individual. Ya sea en un aula escolar, un centro terapéutico o un espacio recreativo/cultural, la organización del espacio debe diseñarse de tal manera que deje el mayor espacio posible para el movimiento de las personas y suficiente libertad para el gesto creativo, que en algunos casos puede producir manchas y salpicaduras de color en el entorno y en los tejidos. En tal caso, es útil prevenir con la disposición de telas protectoras y ropa especial para la ocasión, con el fin de fomentar en los participantes la expresión de sí mismos y minimizar la preocupación por ensuciar el aula y su propia ropa. Si esto no fuera posible, se recomienda estructurar la intervención de manera alternativa. Además, es deseable que el espacio cuente con luz natural de manera que favorezca la plena percepción de los colores y que esté adecuadamente ventilado. Dado que hay numerosas técnicas que se pueden incluir en las diversas intervenciones, es necesario que el facilitador haya adquirido previamente cierto nivel de experiencia con los materiales y tenga claros los objetivos de la intervención, para contener momentos de incertidumbre por parte de los participantes y dirigir adecuadamente la energía que surgirá durante el proceso creativo.

En cuanto a las técnicas de dibujo, los materiales que considero más interesantes, además del clásico lápiz y pastel, son los carbones, preferiblemente naturales para favorecer una experiencia más auténtica; me refiero, es decir, al propio carbón que encontramos en las estufas de campo, de otro modo vendido prensado en las tiendas de bellas artes con el nombre de "fusaggine", excelente para trabajar luego del blanco hacia el negro y del negro hacia el blanco en una hoja normal de papel con la ayuda de una simple goma de borrar. Antes de comenzar con técnicas de dibujo, que pueden incluir también la técnica del garabato en todas sus diversas versiones, siempre considero oportuno realizar un "calentamiento visual" centrándose en los elementos fundamentales del lenguaje visual que nos rodea. En pintura, aunque las témperas acuosas son los materiales más a menudo utilizados, creo que es importante ofrecer una amplia elección de materiales, entre acuarelas, acrílicos, ecolines, pasteles al óleo. Siendo estos hoy en día fácilmente disponibles en versión ready-made, considero importante un mínimo conocimiento por parte de los facilitadores sobre el origen mismo de tales colores. Algunas técnicas de fácil producción de color con pigmentos puros y alimentos también pueden resultar intervenciones muy involucrantes y expresivas para los participantes. Durante mis sesiones hago además un amplio uso de fotografías tomadas previamente por los participantes y/o tomadas juntos a través de simples técnicas de fotografía creativa con teléfonos móviles o cámaras fotográficas. La fotografía, de hecho, ofrece rápidamente un inmenso vocabulario visual y a menudo abre a una nueva manera de ver a uno mismo y el mundo alrededor. El autorretrato contemporáneo, el bien conocido selfie, es por ejemplo un elemento clave de mis sesiones: rápido, simple, inmediato, respetuoso de la privacidad es desde el primer encuentro el aliado perfecto para romper el hielo y comenzar un diálogo, incluso con quien manifiesta resistencia a tomarse una foto. Trabajar en 3D es otra de las actividades que recurro en mi trabajo: arcilla, papel, materiales encontrados, plastilina, objetos de afecto. La obra de arte que emerge de la combinación o del ensamblaje de diferentes elementos es en general fruto de un camino más amplio, pero recomiendo el uso de objetos incluso desde las primeras sesiones. Durante una sesión los participantes pueden trabajar a partir de sus emociones, de un objeto externo evocativo o de la experimentación de los materiales; trabajar en 3D permite generalmente combinar las tres dimensiones. Los materiales y las técnicas que se pueden deben de todos modos siempre tener en cuenta el número de participantes y su edad, la cantidad de tiempo disponible, el entorno, la disponibilidad de los materiales y el conocimiento de los mismos por parte del facilitador, pero sobre todo del objetivo de la intervención, que varía mucho dependiendo de si se trata de una intervención educativa, terapéutica o de promoción del bienestar.